(Plantado por: UNSERVIDOR)
.
Hoy, hace exactas dos décadas, era asesinado Chico Mendes, una semana después de cumplir 44 años. Ocurrió en Xapuri -estado de Acre, Brasil- en el Amazonas profundo, donde había nacido cuando la mitad de los trabajadores del caucho que allí habían (como su padre) morían en la miseria de la que habían querido huir lustros antes, cuando los poderosos los empujaron allí a costa de decenas de pueblos nativos. Para sobrevivir en ese lugar, los humildes seringueiros pronto vieron que debían aprender mucho de esos indígenas.
Asemejando la "conquista del Desierto" argentina, el Estado brasilero repartió en los '60, millones de hectáreas de aquella región marginal a grandes terratenientes que pronto sembraron el terror impunemente, matando tanto a lugareños como a sus ganados y bosques, con lo cual algunas tribus perdieron al 70% de su población y la mortalidad infantil superó al 80%. Para ese entonces, Chico alcanzaba la mayoría de edad con dos ventajas que un exiliado político -recluído en su pueblo- le había obsequiado: educación, y voluntad de cambio.
Para los '70, el circuito de la miseria se iba cerrando en la región: los poderosos fazendeiros ya habían sentenciado el Amazonas a la hoguera (el 10% de los gases del efecto invernadero se originan en sus focos, que se llegan a ver desde la Luna). Para colmo, sin raíces que la afirmen ni hojas que la alimenten, la tierra se erosionaba a la primer lluvia, por lo que seguían extendiéndose hacia la selva. Paralelamente, una nueva fiebre del oro genera una explosión de garimpos, que deviene en más incendios allí donde se suponga que puede estar el mineral, y que requiere la utilización de mercurio, letal para flora y fauna (nosotros). Ya habiendo rutas y pistas de aterrizaje, brota el tráfico ilegal, el negocio de la droga y la trata de blancas.
Los antiguos pobladores de la región van siendo apartados a gettos, a medida que desaparecen de a decenas de miles castaños y seringueiras (el árbol del que -en vida y por ende sin matarlo- se extrae el caucho). Colmada la paciencia, se organizan para defender su selva: cada vez que saben que una zona sería destruída, se trasladan allí con sus familias y lo ocupan en resistencia pacífica. Su cabeza principal se llama Chico Mendes, quien es torturado por "subversivo" en 1979.
El conflicto demuestra las fallas del rumbo económico que Brasil tomara con respaldo (e impulso) del Banco Mundial, y la necesidad de un desarrollo sustentable. El ambientalismo internacional se solidariza con los seringueiros a la vez que las imágenes de la depredación cobran notoriedad. Pero así como Mendes recibe reconocimientos más allá de las fronteras, continúa la lucha en los seringales y empieza a crear reservas donde conservar bosques y poblaciones originarias, y de donde extraer la resina así como frutos y medicinas silvestres. Los fazendeiros reaccionan brutalmente a través del crimen organizado. Y entre las centenas de militantes, indígenas, ecologistas y dirigentes sindicales que caen, también muere frente a su casa -como ellos- Chico Mendes, recolector de caucho.
.
"No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Sólo quiero que mi muerte contribuya a terminar con la impunidad de los matones, los cuales cuentan con la protección de la policía de Acre, y que ya han matado a más de 50 personas como yo, líderes seringueiros, dispuestos a salvar la selva amazónica y a demostrar que el progreso sin destrucción es posible". (Chico Mendes, días antes de ser asesinado)