- La legislación no contempla propuestas de acción para aumentar el área verde.
- Un productor cordobés ganó celebridad porque se negó a talar un monte de 90 hectáreas cerca de La Francia.
¿Cuándo fue que los árboles se convirtieron en presencias tan molestas? ¿Por qué no hubo pausa en su desaparición de los montes naturales, de las plantaciones rurales y hasta del arbolado urbano? En toda la zona agrícola cordobesa, es decir, en la mayor parte de la superficie provincial, la guerra contra el árbol viene siendo implacable, no tiene pausa ni encuentra límites. Basta con echar una ojeada a lo que ocurre en las principales zonas productivas, donde cada vez cuesta más encontrar manchas de verde que no pertenezcan a cultivos prontos para ser cosechados.
La postal que arroja un viaje en avión entre Córdoba y Buenos Aires, es una sucesión interminable de rectángulos trabajados por la agricultura. El monte se acabó.
Los centenares de pueblos y localidades que flotan como islas urbanas entre las zonas cultivadas no actuaron como barreras para la desaparición completa del arbolado. En numerosos casos, reprodujeron dentro de sus ejidos las postales de la vida agrícola, y la emprendieron contra los árboles.
Las vistas aéreas muestran que el único espacio arbolado con el que cuentan muchos pueblos es su plaza. Los cultivos los rodean por sus cuatro costados y las áreas sembradas no sólo avanzaron hasta comerse las banquinas de las rutas, sino que se confunden con los patios de las viviendas: hasta acá, la reposera y la pileta; a unos metros, la soja.
Sin montes periféricos.
La postal que arroja un viaje en avión entre Córdoba y Buenos Aires, es una sucesión interminable de rectángulos trabajados por la agricultura. El monte se acabó.
Los centenares de pueblos y localidades que flotan como islas urbanas entre las zonas cultivadas no actuaron como barreras para la desaparición completa del arbolado. En numerosos casos, reprodujeron dentro de sus ejidos las postales de la vida agrícola, y la emprendieron contra los árboles.
Las vistas aéreas muestran que el único espacio arbolado con el que cuentan muchos pueblos es su plaza. Los cultivos los rodean por sus cuatro costados y las áreas sembradas no sólo avanzaron hasta comerse las banquinas de las rutas, sino que se confunden con los patios de las viviendas: hasta acá, la reposera y la pileta; a unos metros, la soja.
Sin montes periféricos.
Córdoba, como el resto del país, está discutiendo el futuro ordenamiento territorial de sus bosques nativos, en sintonía con la ley nacional 26.331 sancionada en 2007 pero recién reglamentada el año pasado.
Pero esa discusión, ya de por sí bastante complicada por los intereses en juego, no incluye propuestas de acción para mejorar la calidad de vida y elevar la presencia de verde en los asentamientos humanos que ya se encuentran rodeados por los cultivos.
Alicia Barchuck es la presidenta de la Comisión de Ordenamiento Territorial del Bosque Nativo (COTBN), que busca que Córdoba declare la emergencia forestal y determine cuáles serán las áreas donde se protegerá el bosque nativo. Barchuck dice que "todavía no se puede plantear nada con respecto a los bosques periféricos a las ciudades que están en las zonas agrícolas, porque es necesario que haya algún remanente de bosque para pensar en su recuperación".
Muchas de las localidades cordobesas ya no tienen siquiera un pequeño retazo de monte a partir del cual comenzar a reforestarse. Es esta situación la que el año pasado transformó casi en un héroe al productor Juan José Marconetti, que decidió no pasar la topadora a 90 hectáreas de su propiedad para mantener un resabio de monte. El lugar queda en cercanías de La Francia, en el departamento San Justo, donde las ganancias que producen los sembrados casi determinaron la extinción completa de los bosques nativos.
"En esos lugares –continúa Barchuck– hay dos procesos para trabajar. Uno es aprovechar las zonas de humedales y ríos, porque en sus costados es más factible la recuperación de la diversidad. Y otra opción, en los lugares donde sí quedan parches aislados de monte, es comenzar a conectarlos. Esto es factible, si bien algunos ambientes cordobeses lo permiten más que otros. Por ejemplo, es posible generar corredores en las cuencas de los cinco ríos, del Primero al Quinto".
¿Qué se hace en las poblaciones donde no quedó ni media hectárea de monte ni de árboles, como las que se ven en las fotografías satelitales? "Si ya no queda ni un solo parche de monte –dice Barchuck– habrá que generar plantaciones en los alrededores y luego comenzar a definir una estrategia de manejo. En todos estos pueblos por lo menos deberá existir un área de transición que los aísle del efecto dañino que produce este sistema de cultivo con alto impacto por aplicación de pesticidas".
Para el perito judicial en medio ambiente y ex funcionario de la Agencia Córdoba Ambiente, Homero Farioli, el problema radica en que "las autoridades no se ocupan de evitar más intervenciones sobre el bosque nativo. La ley prohíbe desmontar, ya sea media hectárea o mil hectáreas, pero no conozco el caso ni de un solo municipio de la provincia que tome medidas en ese sentido. Es más, se han conocido casos contrarios, como el de un intendente del noroeste provincial que hizo deforestar una importante zona de algarrobos antiguos para construir un basural y permitir que hagan negocios con la venta de madera".
Los productores agrícolas no sólo talan los montes para hacer lugar a sus sembrados, sino que en los últimos años ha sido llamativo cómo desaparecieron hasta las cortinas y líneas arboladas que delimitaban los campos. La intención es que la sombra, por escasa que sea, no impida crecer bien a los cultivos y haga caer la productividad.
Debido a ese tema, en la zona lechera del noreste cordobés, la animosidad de los productores lecheros contra los sojeros levanta algunos grados centígrados. "La soja no sólo corrió a la gente, sino que ahora nos dejan estos desiertos", señaló Walter Baudino, tambero de la zona de Morteros, mostrando cómo talaron las extensas cortinas de plátanos que delimitaban los campos de la zona.
Oncativo y la idiosincrasia.
Pero esa discusión, ya de por sí bastante complicada por los intereses en juego, no incluye propuestas de acción para mejorar la calidad de vida y elevar la presencia de verde en los asentamientos humanos que ya se encuentran rodeados por los cultivos.
Alicia Barchuck es la presidenta de la Comisión de Ordenamiento Territorial del Bosque Nativo (COTBN), que busca que Córdoba declare la emergencia forestal y determine cuáles serán las áreas donde se protegerá el bosque nativo. Barchuck dice que "todavía no se puede plantear nada con respecto a los bosques periféricos a las ciudades que están en las zonas agrícolas, porque es necesario que haya algún remanente de bosque para pensar en su recuperación".
Muchas de las localidades cordobesas ya no tienen siquiera un pequeño retazo de monte a partir del cual comenzar a reforestarse. Es esta situación la que el año pasado transformó casi en un héroe al productor Juan José Marconetti, que decidió no pasar la topadora a 90 hectáreas de su propiedad para mantener un resabio de monte. El lugar queda en cercanías de La Francia, en el departamento San Justo, donde las ganancias que producen los sembrados casi determinaron la extinción completa de los bosques nativos.
"En esos lugares –continúa Barchuck– hay dos procesos para trabajar. Uno es aprovechar las zonas de humedales y ríos, porque en sus costados es más factible la recuperación de la diversidad. Y otra opción, en los lugares donde sí quedan parches aislados de monte, es comenzar a conectarlos. Esto es factible, si bien algunos ambientes cordobeses lo permiten más que otros. Por ejemplo, es posible generar corredores en las cuencas de los cinco ríos, del Primero al Quinto".
¿Qué se hace en las poblaciones donde no quedó ni media hectárea de monte ni de árboles, como las que se ven en las fotografías satelitales? "Si ya no queda ni un solo parche de monte –dice Barchuck– habrá que generar plantaciones en los alrededores y luego comenzar a definir una estrategia de manejo. En todos estos pueblos por lo menos deberá existir un área de transición que los aísle del efecto dañino que produce este sistema de cultivo con alto impacto por aplicación de pesticidas".
Para el perito judicial en medio ambiente y ex funcionario de la Agencia Córdoba Ambiente, Homero Farioli, el problema radica en que "las autoridades no se ocupan de evitar más intervenciones sobre el bosque nativo. La ley prohíbe desmontar, ya sea media hectárea o mil hectáreas, pero no conozco el caso ni de un solo municipio de la provincia que tome medidas en ese sentido. Es más, se han conocido casos contrarios, como el de un intendente del noroeste provincial que hizo deforestar una importante zona de algarrobos antiguos para construir un basural y permitir que hagan negocios con la venta de madera".
Los productores agrícolas no sólo talan los montes para hacer lugar a sus sembrados, sino que en los últimos años ha sido llamativo cómo desaparecieron hasta las cortinas y líneas arboladas que delimitaban los campos. La intención es que la sombra, por escasa que sea, no impida crecer bien a los cultivos y haga caer la productividad.
Debido a ese tema, en la zona lechera del noreste cordobés, la animosidad de los productores lecheros contra los sojeros levanta algunos grados centígrados. "La soja no sólo corrió a la gente, sino que ahora nos dejan estos desiertos", señaló Walter Baudino, tambero de la zona de Morteros, mostrando cómo talaron las extensas cortinas de plátanos que delimitaban los campos de la zona.
Oncativo y la idiosincrasia.
La ciudad de Oncativo, en el departamento Tercero Arriba, es uno de los tantos ejemplos de urbes rodeadas por sembrados y carenciadas de arbolado. El ingeniero químico Marcos Tomasoni, de la cooperativa local La Minga, cuenta cómo vivieron el proceso de deforestación que vivió la ciudad.
"Fue un avance violento. Cuando ya no quedaba monte –indica Tomasoni– sacaron los pocos árboles que había en los caminos. El pueblo se quedó sin cortina de árboles para evitar que hicieran sombra sobre la soja. Luego esa forma de ver a los árboles se trasladó al pueblo. Se los barrió con impunidad porque comenzaron a ver la ´peligrosidad´ de los árboles. Se los veía como algo dañino, que cortaban los cables de la luz, que se podían caer, que eran peligrosos".
Tomasoni cuenta "los cultivos llegan hasta los patios de las casas. Hay casos en que una madre está con su bebé en el patio y a las 4 de la tarde llega la fumigadora, abre las alas y comienza a fumigar, sin aviso ni nada". El año pasado, en la localidad santafesina de Desvío Arijón, fue conocido el caso de Jeremías Chauque, hijo del cantante José Patagonia, quien terminó imputado de violación de propiedad privada cuando intentó detener una fumigadora que lanzaba glifosato en un cultivo ubicado a metros del patio de su casa.
"La idiosincrasia de Oncativo –remarca el técnico– está muy identificada con la soja, y si reclamás por qué no hay árboles te tildan de atrasado o de antiprogresista. Este es un pueblo para insolarse, apenas hay tres o cuatro pequeñas plazas como espacio verde. Se dan situaciones muy locas, como los barrios privados construidos últimamente, que también están en la periferia y pegados a los campos. Acá se fumiga los barrios pobres y a los barrios privados. Hasta el municipio fumiga dentro del pueblo para acabar con los yuyos".
Estrategias.
"Fue un avance violento. Cuando ya no quedaba monte –indica Tomasoni– sacaron los pocos árboles que había en los caminos. El pueblo se quedó sin cortina de árboles para evitar que hicieran sombra sobre la soja. Luego esa forma de ver a los árboles se trasladó al pueblo. Se los barrió con impunidad porque comenzaron a ver la ´peligrosidad´ de los árboles. Se los veía como algo dañino, que cortaban los cables de la luz, que se podían caer, que eran peligrosos".
Tomasoni cuenta "los cultivos llegan hasta los patios de las casas. Hay casos en que una madre está con su bebé en el patio y a las 4 de la tarde llega la fumigadora, abre las alas y comienza a fumigar, sin aviso ni nada". El año pasado, en la localidad santafesina de Desvío Arijón, fue conocido el caso de Jeremías Chauque, hijo del cantante José Patagonia, quien terminó imputado de violación de propiedad privada cuando intentó detener una fumigadora que lanzaba glifosato en un cultivo ubicado a metros del patio de su casa.
"La idiosincrasia de Oncativo –remarca el técnico– está muy identificada con la soja, y si reclamás por qué no hay árboles te tildan de atrasado o de antiprogresista. Este es un pueblo para insolarse, apenas hay tres o cuatro pequeñas plazas como espacio verde. Se dan situaciones muy locas, como los barrios privados construidos últimamente, que también están en la periferia y pegados a los campos. Acá se fumiga los barrios pobres y a los barrios privados. Hasta el municipio fumiga dentro del pueblo para acabar con los yuyos".
Estrategias.
Un grupo numeroso de organizaciones no gubernamentales constituyen el colectivo nacional "Paren de Fumigar", que en Córdoba participa activamente en la zonificación que traerá aparejada la ley de bosques.
Gerardo Mesquida, uno de sus representantes en la provincia, opina que el problema del desmonte y la falta de árboles en las ciudades "se agravó porque aquí no existen límites. Podemos hablar de las zonas de Oncativo, Oliva, Villa María, Bell Ville, San Francisco, Marcos Juárez y ver que por ahí no queda nada. Hay pocos ecosistemas, como los que encontrás todavía al norte de Jesús María, con resabios de monte nativo, pero en las otras zonas ya se perdió todo".
"Lo que se ve en esas ciudades –dice Mesquida– tiene que ver con la manera en que Argentina enfrenta el problema, con esta monocultura agrícola. El Senasa permite el ingreso sin control de agrotóxicos prohibidos en otros países, el Inta tiene una fuerte cultura bélica heredada del occidentalismo liberal sobre cómo trabajar la tierra, hemos perdido la soberanía alimentaria. ¿Qué pasará cuando la soja haya desertificado todo?".
"La solución para esta situación no pasa sólo por definir un cinturón verde alrededor de esas ciudades sin verde o de generar estrategias de plantaciones", apunta Barchuck.
"La solución es generar una articulación con el Estado, tener una ley de ordenamiento y articular el sector rural con esos sectores urbanos. No hay que aislar a las poblaciones del sistema rural, sino incluirlas en un sistema más amplio, con producción agroecológica, diversificada y con baja aplicación de insumos", apunta.
En ese sentido, destaca: "Esto tiene que ver con no pensar solamente en producir para darle de comer a los chanchos del mundo sino apuntar a una estrategia diferente de seguridad y soberanía alimentaria".
Por el lado de los productores rurales hay indicios de que también saben que en la próxima década no podrán seguir avanzando sobre los montes con la misma facilidad que hasta ahora, y que deberán consensuar políticas de mantenimiento ambiental.
Gerardo Mesquida, uno de sus representantes en la provincia, opina que el problema del desmonte y la falta de árboles en las ciudades "se agravó porque aquí no existen límites. Podemos hablar de las zonas de Oncativo, Oliva, Villa María, Bell Ville, San Francisco, Marcos Juárez y ver que por ahí no queda nada. Hay pocos ecosistemas, como los que encontrás todavía al norte de Jesús María, con resabios de monte nativo, pero en las otras zonas ya se perdió todo".
"Lo que se ve en esas ciudades –dice Mesquida– tiene que ver con la manera en que Argentina enfrenta el problema, con esta monocultura agrícola. El Senasa permite el ingreso sin control de agrotóxicos prohibidos en otros países, el Inta tiene una fuerte cultura bélica heredada del occidentalismo liberal sobre cómo trabajar la tierra, hemos perdido la soberanía alimentaria. ¿Qué pasará cuando la soja haya desertificado todo?".
"La solución para esta situación no pasa sólo por definir un cinturón verde alrededor de esas ciudades sin verde o de generar estrategias de plantaciones", apunta Barchuck.
"La solución es generar una articulación con el Estado, tener una ley de ordenamiento y articular el sector rural con esos sectores urbanos. No hay que aislar a las poblaciones del sistema rural, sino incluirlas en un sistema más amplio, con producción agroecológica, diversificada y con baja aplicación de insumos", apunta.
En ese sentido, destaca: "Esto tiene que ver con no pensar solamente en producir para darle de comer a los chanchos del mundo sino apuntar a una estrategia diferente de seguridad y soberanía alimentaria".
Por el lado de los productores rurales hay indicios de que también saben que en la próxima década no podrán seguir avanzando sobre los montes con la misma facilidad que hasta ahora, y que deberán consensuar políticas de mantenimiento ambiental.
Dra. Alicia H. Barchuk
Prof. Adj. Ecología Agrícola
Facultad de Ciencias Agropecuarias
Córdoba-Argentina
abarchuk@agro.uncor.edu